Por Michel Janva el 22 abril 2024 – Traducido por Elisa Hernández
Este llamamiento lanzado por iniciativa de Renaissance catholique (movimiento Renacimiento católico) no es una petición para ser firmada, sino un mensaje para ser difundido, eventualmente retomado bajo cualquier forma que le parezca oportuna, y para ser llevado y explicado a los cardenales, obispos y prelados de la Iglesia universal. Renaissance Catholique ha iniciado esta campaña con el único fin de hablar en nombre del deseo generalizado que existe en todo el mundo católico. Esta campaña no es suya, sino de todos aquellos que participarán en ella, la retransmitirán y la amplificarán, cada uno a su manera.
Lutetiae parisiorum, die XXI mensis aprilis, dominica III post Pascha
Ser católico en 2024 no es tarea fácil. La descristianización masiva continúa en Occidente hasta tal punto que el catolicismo parece estar desapareciendo de la escena pública. En otros lugares, el número de cristianos perseguidos por su fe sigue creciendo. Es más, la Iglesia parece sumida en una crisis interna que se refleja en un descenso de la práctica religiosa, una caída de las vocaciones sacerdotales y religiosas, una menor práctica sacramental e incluso disensiones entre sacerdotes, obispos y cardenales impensables en el pasado. Sin embargo, entre los elementos que pueden contribuir al renacimiento interno de la Iglesia y a la reanudación de su desarrollo misionero, se encuentra en primer lugar la celebración digna y santa de su liturgia, para la que el ejemplo y la presencia de la liturgia romana tradicional pueden ser una ayuda poderosa.
A pesar de todos los intentos que se han hecho para acabar con ella, especialmente durante el actual pontificado, esta misa sigue viviendo, difundiéndose, santificando al pueblo cristiano que tiene acceso a ella. Produce frutos evidentes de piedad, vocaciones y conversiones. Atrae a los jóvenes, es la fuente del florecimiento de numerosas obras, en particular en las escuelas, y va acompañada de una sólida enseñanza catequética.
Nadie puede negar que es un vector para la preservación y la transmisión de la fe y de la práctica religiosa en un período de debilitamiento de las creencias y de hemorragia de los creyentes. Esta misa, en virtud de su venerable antigüedad, también puede afirmar haber santificado a muchas almas a lo largo de los siglos. Entre las otras fuerzas vivas que aún se manifiestan en la Iglesia, esta forma de vida cultual llama la atención por la sólida estructura que le confiere la continuidad de la lex orandi.
Por supuesto, cuando se le concedía un espacio habitable, o más bien se le toleraba, con demasiada frecuencia se le retiraba con una mano lo que se le había concedido con la otra; sin embargo, sin lograr hacerlo desaparecer.
A partir de la gran depresión que se produjo inmediatamente después del Concilio, se ha intentado en varias ocasiones reactivar la práctica religiosa, aumentar el número de vocaciones sacerdotales y religiosas y preservar la fe del pueblo cristiano: todo excepto permitir «la experiencia de tradición”, y darle una oportunidad a la llamada liturgia tridentina. Sin embargo, el sentido común exige hoy con urgencia que se permita vivir y prosperar a todas las fuerzas vivas de la Iglesia, y en particular a ésta, que goza de un derecho que remonta a más de mil años.
Seamos claros: este llamamiento no es la petición de una nueva tolerancia, como en 1984 o 1988, ni de la restauración del estatus concedido en 2007 por el Motu Proprio Summorum Pontificum, que en principio reconocía un derecho, pero que en realidad quedó reducido a un sistema de permisos concedidos con moderación.
Como simples laicos, no nos corresponde emitir un juicio sobre el Concilio Vaticano II, su continuidad o discontinuidad con la enseñanza anterior de la Iglesia, la validez o no de las reformas que de él se derivaron, etc. Por otra parte, debemos defender y transmitir las herramientas con las que la Providencia ha permitido a un número creciente de católicos mantener la fe, progresar en ella o descubrirla. La liturgia tradicional ocupa un lugar esencial en este proceso, por su trascendencia, su belleza, su intemporalidad y su certeza doctrinal.
Por eso pedimos simplemente, en nombre de la verdadera libertad de los hijos de Dios en la Iglesia, que se reconozca la plena y total libertad de la liturgia tradicional, con la libre utilización de todos sus libros, para que, sin obstáculos, en el rito latino, todos los fieles puedan beneficiarse de él y todos los clérigos puedan celebrarlo.
Jean-Pierre Maugendre, director general de Renacimiento Católico, París
(Este texto ha sido traducido y difundido en alemán, español, francés, inglés, italiano, neerlandés y portugués).
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