Artículo original : https://lanef.net/2024/03/27/avortement-comment-sortir-du-piege/
Por Grégor Puppinck – Avril 2024 – En la Nef – Traducido por Elisa Hernández
Incluir el aborto en la Constitución francesa es mucho más que un gesto simbólico. Convierte el materialismo en una forma de filosofía de Estado. Los católicos tienen un papel aún más importante que desempeñar partiendo de la base, de la realidad y de la caridad, para sacar a la luz la verdad sobre lo que es el aborto.
En Francia, el aborto se vende como una conquista del feminismo, una libertad para las mujeres y una condición de su igualdad. Esto es históricamente dudoso. El movimiento feminista de los años 60, representado entonces por La Maternité Heureuse (La Maternidad Feliz), fue rápidamente dominado por otra corriente, procedente de la tradición neomalthusiana y de la masonería: el grupo Littré. Fue este movimiento masculino, dirigido por el Dr. Pierre Simon, el que incorporó a La Maternité Heureuse a la Federación Internacional de Planificación Familiar, y la convirtió en un instrumento para exigir la legalización del aborto. Esta «captura» provocó dimisiones en el seno de la antigua Maternidad Feliz, incluida la de su fundadora y presidenta, Marie-Andrée Weill-Hallé, que se oponía al aborto.
Desde entonces, la Planificación Familiar francesa ha hecho causa común con la ideología masónica. Esta última considera el aborto como un bien, una libertad que afirma la omnipotencia de la voluntad individual sobre la vida dada por Dios. El feminismo desempeña un papel secundario en esta ideología, y es visto como una revuelta de la mujer contra la condición femenina y maternal, muy alejada del ideal de la maternidad feliz.
Debemos tener el valor y la claridad de enfrentarnos a este trasfondo ideológico para comprender el significado de consagrar en la Constitución la afirmación de que el aborto es una libertad.
A veces se ha argumentado que el aborto no tiene cabida en la Constitución. Desde un punto de vista jurídico, ciertamente, pero desde un punto de vista simbólico es una cuestión diferente. Una Constitución define a un pueblo y contiene y expresa su identidad y sus valores. Las leyes fundamentales del Reino de Francia reconocían el catolicismo como religión oficial. Al declararse laica, la República adoptó un componente esencial del pensamiento francmasónico. Ahora ha dado un paso más al declarar la «libertad de abortar».
Implicaciones radicales
Establecer el aborto como una libertad y no como una excepción, y la «libertad de abortar» como un valor de la República, tiene implicaciones filosóficas y religiosas radicales. Demuestra la adhesión a una concepción materialista y voluntarista del ser humano que afirma el dominio de la voluntad sobre el ser, de la voluntad individual sobre la vida humana. Desde el punto de vista ordinario y profano, el aborto es un acto destructivo y, por tanto, negativo. Pero no es así desde el punto de vista de sus promotores, que lo ven como un acto positivo de autoafirmación. Es una concepción terrible del ser humano la que cree que la destrucción voluntaria de la vida humana es la expresión de la libertad humana, e incluso su cumbre, ya que sería la forma más elevada de autonomía. Es esta misma concepción la que promueve la muerte voluntaria como una libertad y una expresión de la dignidad humana.
Para los profanos, el recurso masivo al aborto tiene el efecto de obligarles a creer que el ser humano no tiene alma, sino que no es más que un cuerpo dotado gradualmente de facultades intelectuales, porque si el niño no nacido estuviera animado, entonces seríamos asesinos. A partir de entonces, se hizo insoportable mirar al feto y ver en él nuestra humanidad. El silencio y la negación se imponen.
Consagrar el aborto como una libertad, y la libertad de abortar como un valor de la República, implica la adhesión a una antropología tan específica que su inclusión en la Constitución equivale a convertirla en una creencia oficial de la República, en un sustituto de religión de Estado. Se trata de una nueva etapa en la afirmación pública de la masonería como Iglesia de la República, tal y como declaró esencialmente el Sr. Macron ante el Gran Oriente de Francia el 9 de noviembre de 2023. En esa ocasión, rindió homenaje al Gran Maestre y Doctor Pierre Simon, principal artífice de la liberalización de la contracepción y del aborto en Francia.
El aborto es una trampa tendida por el diablo para destruir vidas inocentes, herir la maternidad, atrapar a las mujeres en la culpabilidad y condenar a la sociedad al materialismo y, por tanto, al ateísmo, todo ello bajo la apariencia de una falsa libertad y mediante el poder de los instintos sexuales. Esta trampa está ahora revestida del prestigio de la Constitución, y como tal se ha convertido en un dogma que es casi imposible cuestionar, so pena de excomunión social o incluso de procesamiento penal. El aborto es ahora objeto de una verdadera censura que silencia y subyuga a la mayoría de los representantes electos, a los medios de comunicación e incluso a los obispos. La visión del diablo nos tambalea y nos deja sin palabras. Sólo se permiten las críticas secundarias, periféricas, por ejemplo a la cláusula de conciencia o a una supuesta desviación del espíritu de la ley (Simone) Veil, pero no las que tratan directamente del aborto. El tabú está bien guardado.
Por tanto, la trampa del aborto está profundamente arraigada en la sociedad francesa y tiene efectos a largo plazo. Pocas figuras públicas se atreven aún a denunciarlo. Pero es urgente, por la salvación de las almas y de Francia.
Entonces, ¿qué se puede hacer?
Frente a la ideología y el demonio, hay que volver a partir de la realidad y la caridad.
Pero antes, la Iglesia debe afrontar y analizar este gran fracaso histórico. ¿Cómo ha caído Francia hasta el punto de que menos del 10% de los parlamentarios se oponen a esta constitucionalización? ¿Dudamos de la justicia de la causa de la defensa de la vida humana, de la humanidad del conceptus? ¿Fuimos lo suficientemente valientes? ¿Luchamos de verdad o sólo fingimos hacerlo? ¿Creemos realmente en la existencia del alma? ¿Tenemos verdadera compasión por las mujeres embarazadas? ¿No fue nuestra falta de valor también una falta de caridad?
Nuestro silencio ha sido culpable, al igual que nuestra cobardía, que a menudo ha consistido en la resignación o en el uso de grandes palabras, conceptos abstractos como «dignidad» y «tragedia», para satisfacernos a nivel teórico, pero sin ningún efecto sobre la realidad. Estas declaraciones no tienen ningún efecto sobre la realidad; son sólo palabras vacías, sabiendo que la batalla está en otra parte, en el terreno de la realidad de las vidas; un terreno ocupado por los medios de comunicación y la «planificación familiar», con dinero público.
Como me dijo recientemente un obispo francés, «predicar no basta». Tenemos que partir de la realidad y de la caridad. Tenemos que hacer del aborto un tema central de la acción social de la Iglesia: cada diócesis, cada parroquia debería comprometerse a ayudar a las mujeres embarazadas y a las mujeres que han abortado, siguiendo el ejemplo de las asociaciones católicas existentes. Las mujeres embarazadas en apuros deben saber que serán acogidas y ayudadas en todas las parroquias de Francia. Tenemos que ayudar a estas mujeres, y a las que han abortado, ayudarlas a reconciliarse consigo mismas y con Dios, y sacarlas de la trampa del aborto. El Papa Francisco ha hecho mucho bien al otorgar a todos los sacerdotes el poder de conceder la absolución por el pecado del aborto. También debemos advertir a las nuevas generaciones. La caridad debe llevarnos a hacerlo. Hay mucho bien por hacer.
¿Y los niños?
También debemos hablar de los niños, y no sólo del sufrimiento de las mujeres. Frente a quienes niegan su existencia y su humanidad, la Iglesia debe ser más explícita y decir claramente qué es un niño concebido, si es conocido y querido por Dios, si tiene alma y un destino eterno. Decir qué es el fruto de la concepción es una necesidad para la educación sexual y religiosa, pero también para las mujeres que han abortado y que no saben cómo poner nombre a la causa de su sufrimiento.
La Iglesia tiene el poder de romper la mentira que oculta la realidad del ser abortado, y la ciencia es su aliada en ello.
En el plano político, este retorno a la caridad y a la realidad puede tomar la forma del testimonio directo de las mujeres cuyo aborto no fue una libertad, sino una coacción y una fuente de sufrimiento. El testimonio directo de estas mujeres es la forma más poderosa de romper con la ideología, tocar los corazones y dar paso a la caridad.
La constitucionalización del aborto es una derrota en términos de ideas, pero aún nos queda todo el campo de la experiencia humana. Tenemos que remontar la colina desde abajo, desde la realidad; una realidad dolorosa que nadie quiere ver ni preocuparse por ella. Esta dolorosa realidad, vivida por tantas mujeres, acumulada y encerrada en el silencio, es una bomba. Si conseguimos perforar este silencio, romper este tabú, esta bomba podría explotar y cambiar profundamente la visión que la sociedad tiene del valor de la vida y de la fragilidad de la mujer que la lleva y la transmite.
Grégor Puppinck
Presidente de l’ECLJ
© LA NEF n° 368 Avril 2024
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