Publicado el 31 de enero de 2024, por Chaux-de-Toureyre, Traducido por Elisa Hernández
San Roberto-Bellarmin
Lo que hoy se conoce en todos los círculos revolucionarios y de pensamiento ‘correcto’ como la revolución copernicana, ni siquiera como un mal sino como un progreso objetivo, constituye verdaderamente un cambio radical de paradigma y, por tanto, una nueva visión del mundo.
Pero no nos equivoquemos, esta revolución estaba en marcha desde hacía al menos 1500 años, y la escuela pitagórica ya profesaba el heliocentrismo, defendido en particular por Aristarco de Samos, que fue quemado en la hoguera por impiedad.
También sabemos por el antiguo rabino Paul Drach, que al parecer se convirtió al cristianismo y fue nombrado bibliotecario del Vaticano en Roma, en el prefacio del volumen 1 de su enorme obra «De l’Harmonie entre l’Église et la Synagogue» (“Sobre la armonía entre la Iglesia y la Sinagoga”), que el heliocentrismo ya había sido profesado por la cábala buena, es decir, la cábala sagrada o mágica, que, según su tesis, se oponía a la cábala farisaica, es decir, la que condenó a nuestro Señor Jesucristo a la ordalía del Calvario. Se dice que esta «cábala buena» fue dada como enseñanza oral por Dios a Moisés en el monte Sinaí, ¡al mismo tiempo que las tablas de la Ley!
Paul Drach llega incluso a decirnos que si este heliocentrismo se hubiera adoptado en aquella época (siglo XIII a.C.) o en los pocos siglos posteriores, ¡el progreso técnico estaría hoy mucho más avanzado!
El sistema de Ptolomeo
Si el geocentrismo persistió durante 1500 años después de Aristarco de Samos bajo la autoridad intelectual de Ptolomeo, entonces debió de ocurrir que en los aerópagos griegos, y más tarde en los círculos intelectuales romanos, se produjeron discusiones y polémicas muy animadas, incluso violentas, sobre este tema. Se trata de indicios metafísicos flagrantes de que el lugar de la Tierra en la creación era un tema especialmente crucial, y no, como podríamos creer ingenuamente, una discusión de salón de té.
Así fue como a lo largo de este largo periodo, en una concepción geocéntrica, la idea de una Tierra redonda o redondeada fue imponiéndose gradualmente a la idea de una Tierra plana, hasta convertirse paulatinamente en una esfera a partir de la segunda mitad del siglo XV.
Los hipotéticos anuncios de Aristóteles, un geocentrista, hablando de la gravitación para sujetar cuerpos sobre superficies curvas, desempeñaron sin duda un papel en esta evolución intelectual, al igual que las ideas inspiradas en lo que constituiría la nueva teología posterior al Vaticano II, defendida por Joachim de Flore y Erasmo. Sólo faltaba el geógrafo-astrónomo Martin Behaïm, inspirador de Cristóbal Colón, que procedía de una familia de trabajadores de la seda de Praga que se había trasladado a Nüremberg, para afirmar sin más que la Tierra era un globo. Para entonces, la fruta estaba madura para ser recogida o arrancada con facilidad.
A Nicolás Copérnico se le atribuyó este favor cuando escribió el «De Revolutionibus Orbium Caelestium». Pero la prudencia serpenteante del astrónomo canónigo de Cracovia le impidió afirmar en voz demasiado alta y clara la nueva posición del Sol reducida a la fijeza. Era un gran admirador del humanista Parascelse y se nutría de los escritos esotéricos de Hermes Trismegisto. «Lavartus prodeo» (salgo enmascarado) sigue siendo la máxima preferida de los gnósticos. Por esta razón, ordenó que su obra se publicara póstumamente; esto se hizo en los días siguientes a su muerte, prueba de que había sido escrita mucho antes.
El protestantismo que estalló durante el siglo XVI, incluyendo a geocentristas como Martín Lutero y Ticho Brahe y a heliocentristas como Johannes Kepler, desafió a los teólogos de la Iglesia y a las autoridades políticas, creando una explosiva ósmosis de ideas que los humanistas italianos saborearon y llegaron a atacar al papado. Fue en esta época cuando se publicó la bula de Pablo IV «Cum ex Apostolatus», que dejaba imperativamente claro que un hereje con apariencias católicas podía conseguir llegar a la sede de Pedro y que, en este caso, su nombramiento para el cónclave debía considerarse inválido.
Sistema geocéntrico revisado por Ticho-Brahé
Galileo, hermano mayor espiritual de Johannes Kepler y miembro de la secta dedicada al culto de Mythra, que es el del Sol, abrazó celosamente el heliocentrismo y llegó a proclamar que las Sagradas Escrituras no eran inerrantes, mientras que Kepler, empleado de Ticho-Brahé, se peleó violentamente con este último, un geocentrista terra-globista, que había reformado el sistema de Ptolomeo, declarando, como buen protestante, que despreciaba los escritos de los Padres de la Iglesia.
El sistema de Copérnico
La ilustre familia Lincei, dedicada al culto de Mythra, apoyó a Galileo en todos sus juicios contra la Iglesia. Fue esta familia la que dio a Galileo la reputación de poseer un sólido talento literario. Las discusiones fueron intensas durante el juicio de 1616, en el que San Roberto Belarmino, un matemático dominico geocentrista, destacó los inmensos problemas de visión del mundo que causarían las nuevas ideas de Galileo. Galileo perdió el mismo juicio y no pudo defender su teoría de una marea por día, basada en el postulado de que la Tierra gira sobre sí misma como resultado de la fuerza centrífuga. Sólo se le pidió que no difundiera sus ideas, pero el autor, en su orgullo y amistad personal con Urbano VIII, que también estaba interesado en el nuevo sistema, pero no quería que se ridiculizara con argumentos falaces, no le hizo caso. Publicó «Dialogue sur les deux grands systèmes du monde» (“Diálogo sobre los dos grandes sistemas mundiales”), ¡en el que se ridiculiza al mismísimo Papa!
Esto condujo al proceso de 1633, en el que Galileo fue puesto bajo arresto domiciliario por el Santo Oficio. Contrariamente a lo que afirmaban los detractores de la Iglesia, se le dio un trato preferente, lo que le permitió seguir profesando sus teorías en secreto, con el respaldo de algunos jesuitas y de la duquesa Cristina de Lorena, entre otros.
En 1664, el Papa Alejandro VII, en su bula «Speculatores Domus Israel», condenó definitivamente el heliocentrismo, que se derivaba de la negación de la inerrancia de la Sagrada Escritura, condenada a su vez. Por tanto, es erróneo decir que Galileo no fue condenado porque afirmara que la Tierra giraba alrededor del Sol.
Hacia 1757, tras varios intercambios de cartas entre el papa Benedicto XIV y Agostino Ricchini, secretario de la Congregación del Índice, sobre el tema de todos los escritos heliocentristas, éstos fueron autorizados a condición de que fueran considerados como una hipótesis y, en consecuencia, anotados para poder beneficiarse del imprimatur. El lobo había vuelto al redil, y el auténtico método científico basado en la observación confundida con fórmulas matemáticas para dar cuenta de la naturaleza y de la creación iba a convertirse poco a poco en la nueva deontología hasta nuestros días.
Napoleón Bonaparte era un gran partidario del heliocentrismo y de la ciencia teórica y, para impedir que el Imperio Británico se apoderara del istmo de Suez, aprovechó la momentánea presencia francesa en Egipto para enviar científicos, entre ellos a Champollion, a estudiar los jeroglíficos, con el fin de trazar una cronología fija y alejarse de las inexactitudes que contenían las escrituras sobre este tema. Con este enfoque científico-histórico aprovechó los cautiverios impuestos por él a los papas Pío VI y Pío VII para trasladar todos los archivos vaticanos a Fontainebleau, mencionando en particular el apartamiento de los que trataban del asunto Galileo.
Con Darwin y Charles Lyell, las ideas evolucionistas empezaron a difundirse en los círculos intelectuales, prestándose perfectamente al heliocentrismo añadido de las leyes de Newton y a su conciliación con las tres leyes de Kepler.
Fue entonces, en 1870-71, durante las primeras sesiones del Concilio Vaticano I, cuando el asunto Galileo cobró especial importancia en la redacción de las constituciones «Dei Fillius» y «Pastor Aeternus», recordando la infalibilidad del Papa en materia de Fe, Moral y Ética en su magisterio ordinario y proclamando dogmáticamente su infalibilidad sólo en su magisterio extraordinario, es decir, ex cathedra.
Es interesante observar el impacto de esta cuestión sobre la infalibilidad del Papa, en un momento en que su autoridad se veía cada vez más socavada y su poder político temporal estaba siendo cuestionado por el «Risorgimento italiano», que pretendía unificar una Italia revolucionaria y masónica a través de las sectas de los Altos Saleses y los Carbonari, a las que pertenecían Napoleón III, Camillo Benso Cavour y el compositor-deputado Giuseppe Verdi. Al mismo tiempo, las tropas de Garibaldi empezaban a asediar Roma, mientras que los obispos del Concilio, obligados a clausurarlo lo antes posible, se apresuraban a votar a mano alzada la infalibilidad papal.
Este Concilio inacabado contribuyó a poner a la Iglesia en una situación aún más inestable. A principios del siglo XX, las ideas evolucionistas estaban prácticamente casadas con el heliocentrismo, y los experimentos de Sagnac en Meudon y Michelson-Morley en Estados Unidos para demostrar la traslación de la Tierra alrededor del Sol resultaron ser un fracaso. Luego vino Albert Einstein, apoyado por Lorentz y más tarde por el matemático jesuita Abbé George Lemaître de la Universidad de Lovaina, que inventó el «Big Bang» para dar un giro creacionista al evolucionismo de Darwin y Lamarck, que dio forma a las dos teorías de la relatividad, la relatividad especial y la generalizada, no sólo para salvar el heliocentrismo sino también para afirmar que todo en el universo giraba en un movimiento permanente de caída lineal, producido no por la atracción newtoniana sino esta vez por la repulsión del espacio-tiempo, que sustituyó y destronó al éter de los antiguos.
Albert Einstein con el abate Georges Lemaître
Al final del pontificado de Pío XI se creó la Academia Pontificia de las Ciencias. El abate Lemaître desempeñó un papel importante en la academia, ayudando a establecer el universo relativista y en rápida expansión, todo ello en una vena creacionista que abarcaba miles de millones de años y era coherente con el relato del Génesis, al tiempo que afirmaba que había que verlo principalmente en términos simbólicos. Así pues, el evolucionismo estaba listo para casarse con la nueva ciencia oficial a pesar de las advertencias del Papa Pío XII en la encíclica «Divino Aflantes», en la que instaba a la cautela al tiempo que se mostraba abierto al propio evolucionismo. Es cierto que una encíclica no suele implicar el carisma de la infalibilidad como una bula, pero seguía siendo una apuesta moral y muchos católicos se sumaron a la doxa oficial sobre los orígenes de la Tierra, olvidando las enseñanzas de los Padres de la Iglesia en este ámbito y convenciéndose de que la Iglesia se había equivocado en los procesos abiertos contra Galileo en 1616 y 1633. Es curioso observar que, en la década de 1950, la Academia Pontificia de las Ciencias tomó el nombre de la familia Lincei, ¡que en aquella época era tan conocida por su oposición al magisterio!
El telescopio Lucifer en Arizona
El telescopio eclesiástico del Vaticano llamado «Lucifer», el «Gran Telescopio Binocular de Utilidad Espectroscópica en el Infrarrojo Cercano con Cámara y Unidad de Campo Integral para la Investigación Extragaláctica» (nótese la disposición de las siglas) perteneciente a la misma academia, fue erigido en este contexto en el monte Graham, en el estado de Arizona (https://fr.wikipedia.org/wiki/LUCIFER). Cabe señalar de paso que se encuentra en la llamada zona de los 4 cuadrados, es decir, los estados de Arizona, Nuevo México, Colorado y Utah, donde se probó la primera de las llamadas bombas atómicas el 16 de julio de 1944 como ensayo general 3 semanas antes de Hiroshima y Nagasaki, con los físicos Albert Einstein, Robert Oppenheimer y Hans Beth. Roswell es también el emplazamiento del campo 51, que se utilizó para el rodaje de las llamadas misiones Apolo 11, 12, 14, 15, 16 y 17. El 4 de julio de 1947, Roswell fue el primer lugar donde se produjo un suceso extraterrestre relacionado con ovnis, al mismo tiempo que las expediciones «High Jump» y «Deep Freeze» dirigidas por el almirante Byrd, cuyo objetivo era aumentar nuestros conocimientos sobre la Antártida. Fue también en esta zona, a partir de Dulce para ser exactos, donde se perforaron túneles profundos secretos, diseñados para dar servicio no sólo a Norteamérica sino a todos los continentes de la Tierra, mediante la instalación de líneas ferroviarias para hacer circular trenes supersónicos ultrarrápidos de levitación magnética. Y, según los informes del especialista Lionel Camy, esta región registra un índice de secuestros y desapariciones incomprensibles, no sólo de niños sino también de adultos que caminan, superior al del resto del mundo. Es cuanto menos misterioso; ¡hay demasiadas coincidencias! ¿Qué hace la Iglesia en un lugar así?
Vista de un paisaje en Arizona
Todas estas etapas históricas de los últimos 600 años apuntan a una pérdida progresiva de la Fe y al desaliento de Cristo en su vicario terrenal, el Papa. En la actualidad resulta asombroso que incluso en los círculos católicos tradicionales de todas las tendencias, y me refiero a todas las tendencias, los temas relacionados con el geocentrismo y la Tierra plana resultante, por razones que no son gravitatorias sino electromagnéticas, sean tan poco comprendidos e incluso recibidos con gran animadversión y ¡ninguna caridad!
Los documentos de Haute-Vente descubiertos en el siglo XIX y relatados por Jacques Crétineau-Joly nos hablan de un proyecto que consistía en lo siguiente: «Debemos colocar en el Vaticano a un Papa según nuestra conveniencia, que predique la revolución con tiara y manto».
Hoy nos atrevemos a proclamar que ya está hecho: el hombre que reina en el Vaticano es efectivamente un impostor y un aliado de la FEM.
Católicos, ¡abran los ojos!
Fuentes:
Los desestabilizadores de la Tierra»: ¿Quién desestabilizó la Tierra?
La vérité sur l’affaire Galilée» de Aimé Richard, e=éditions François Xavier de Guibert, https://www.chire.fr/la-verite-sur-laffaire-galilee-p-134996
Exorcizar el espectro de Galileo» por el abate Philippe Marcille, publicado por Le Sel, http://www.librairiefrancaise.fr/fr/controverses/835-exorciser-le-spectre-de-galilee-abbe-philippe-marcille-9782916139418.html
Galilée hérétique» de Pietro Redondi, publicado por Gallimard https://www.babelio.com/livres/Redondi-Galilee-heretique/441899
_»Visages et Masques de la Gnose», capítulo 4, «La vérité sur Galilée» de Etienne Couvert, éditions de Chiré. Entre otras cosas, aborda el papel desempeñado por la familia Lincei y la influencia espiritual de la secta dedicada al culto de Mythra.
Haga clic para ir a critica-de-galileo-por-cardinal-bellarmine.pdf
Bula de Alejandro VII condenando el heliocentrismo: «Speculatores Domus Israel».
_De l’harmonie entre l’église et la synagogue de Paul Drach , en 2 volúmenes
https://livres-mystiques.com/partieTEXTES/Drach/Table.html
Una ilustración falsa y surrealista de una tierra plana en el espacio
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