Breve historia de la comunión en la mano

Spread the love

Video de la Fraternidad Saint-Vincent-Ferrier : https://www.youtube.com/watch?v=H850IzufqD8&t=137s

Traducido por Elisa Hernández

Queridos amigos, la última vez vimos cómo la forma tradicional de recibir la comunión de rodillas y en los labios, con una bandeja y un mantel, muestra objetivamente un mayor respeto por el Santísimo Sacramento. Además, fomenta sentimientos de humildad en quien recibe el sacramento, asegura que no se pierdan pequeños fragmentos de pan consagrado y ayuda a evitar en lo posible el peligro de profanar las especies eucarísticas.

La práctica de la comunión en la mano, por el contrario, ha mermado la integridad de la fe en la Presencia Real, disminuye el respeto y los gestos de adoración debidos al Santísimo Sacramento, y conduce inevitablemente a una pérdida importante de pequeños fragmentos de la Sagrada Hostia; además, suele ser ocasión de numerosos robos, profanaciones y sacrilegios. Sin embargo, esta segunda práctica es, con mucho, la más extendida en la Iglesia en los últimos 50 años.

Como mostramos la última vez, si el cuerpo del Señor, que es la posesión más preciosa de la Iglesia, es tan maltratado, no debería sorprendernos que su cuerpo místico esté tan mal. Y, sin embargo, todavía hay voces autorizadas que afirman que la comunión en la mano es la práctica más antigua y tradicional, y que la comunión en la lengua no se introdujo hasta el siglo VI, o incluso en la Edad Media. Esto es una falsedad, como han demostrado varios estudios recientes, uno de los más recientes y completos es el del canónigo Grégoire de Guillebon en este excelente libro al que hemos contribuido con la parte jurídica: “Le bref examen critique de la communion dans la main (“Breve examen crítico de la comunión en la mano”), publicado por la editorial francesa Contretemps.

La conclusión de esta vasta investigación escriturística y patrística es inapelable: si bien es indiscutible que la práctica de distribuir la comunión directamente en la boca se convirtió en la regla general y común en el siglo VI, el método anterior de distribución consistía en realidad en lo siguiente: el comulgante generalmente se arrodillaba y presentaba ambas manos en forma de cruz, la mano derecha se colocaba sobre la izquierda, la Sagrada Hostia era colocada por el sacerdote siempre sobre la mano derecha del comulgante, quien entonces se inclinaba profundamente para recibir la comunión con la lengua sin tomar el Sagrado pan con los dedos. La palma de la mano derecha servía, por tanto, como patena o corporal, por así decirlo.

Las mujeres, además, sólo recibían la Hostia sobre una forma de corporal, un velo de lino llamado «dominical». Después de la comunión, el comulgante purificaba la palma de su mano o la lavaba, como sigue siendo el caso para la comunión de los clérigos en el rito bizantino.

En cualquier caso, los fieles nunca hacían el gesto de agarrar la Hostia para comulgar ellos mismos. La Sagrada Hostia siempre se recibía, no se agarraba, de acuerdo con las propias palabras de Nuestro Señor a sus apóstoles en el Evangelio: «Accipitre», «recibid». Es un grave error presentar el modo actual de recibir la comunión con la mano como una vuelta a las prácticas apostólicas.

Las muestras de devoción y adoración que acompañaban la recepción de la comunión en la palma de la mano en el primer siglo de la Iglesia no tienen nada que ver con la despreocupación y la desenvoltura favorecidas hoy por la práctica de recibir la comunión en la mano. El extremo cuidado y veneración que se concedía a los fragmentos más pequeños del pan de Cristo era realmente una preocupación constante de la comunidad cristiana de los primeros siglos.

Los primeros cristianos estarían verdaderamente horrorizados y escandalizados si presenciaran la distribución de la comunión en nuestras Misas actuales. En cambio, se sentirían perfectamente bien con la práctica de la comunión en los labios, que es sustancialmente igual a la comunión en la palma de la mano que ellos mismos practicaban.

Incluso podría decirse que es un desarrollo homogéneo de la misma.

Entonces, si la práctica moderna de comulgar con la mano no se remonta en absoluto al primer siglo de la Iglesia, ¿de dónde procede? Pues de los calvinistas, que la introdujeron en su secta en el siglo XVII porque, al negar la Presencia Real, no podían permitirse el menor gesto de adoración o respeto hacia la Hostia.

Me dirá que esto sigue sin explicar cómo esta práctica, tan ajena al catolicismo, pudo introducirse y extenderse en la Iglesia católica. No fue una decisión del Concilio Vaticano II, que tampoco dice absolutamente nada al respecto. No, fue una decisión personal del Papa Pablo VI. Como consecuencia de la anarquía litúrgica que siguió al Concilio Vaticano II, a partir de 1965, sobre todo en Alemania, Bélgica, Holanda y Francia, se generalizó la práctica de distribuir la comunión con la mano, aunque siempre de forma muy limitada (porque se hacía en algunas parroquias de algunas diócesis sin autorización, pero a veces con la complicidad benévola de algunos obispos). Se generalizó entonces la práctica salvaje de repartir la comunión con la mano; Pablo VI se mostró preocupado pero en lugar de condenarlo inmediata y enérgicamente, decidió tras muchas evasivas, lanzar en octubre de 1968 una amplia consulta a los obispos del mundo, preguntándoles si estaban a favor de que la Santa Sede autorizara la comunión en la mano. Más de 2.000 obispos respondieron a esta consulta, y por amplia mayoría se declararon absolutamente contrarios a la comunión en la mano. Sin embargo, inexplicablemente, a pesar de que el propio Monseñor Bugnini (secretario del Consilium encargado de la reforma litúrgica) había advertido al Papa contra el efecto trinquete de tal medida, explicando que «cualquier concesión abriría inevitablemente la puerta a la generalización», Pablo VI decidió autorizar la comunión en la mano en la famosa Instrucción Memoriale Domini de mayo de 1969.

El texto de esta Instrucción del 29 de mayo de 1969 y sus contradicciones internas han sido amplia y notablemente comentados por el difunto Jean Madiran.

La Instrucción comenzaba recordando todos los beneficios de la comunión tradicional en la lengua. Pablo VI advertía de los graves peligros de abandonar tal práctica: menor reverencia al Santísimo Sacramento, la posible profanación del mismo y, sobre todo, la alteración de la verdadera doctrina. En consecuencia, el texto afirmaba que al Sumo Pontífice no le había parecido oportuno cambiar el modo en que desde hacía tiempo se administraba a los fieles la Sagrada Comunión. Pero inmediatamente después, constatando que aquí y allá se había introducido una costumbre contraria, es decir, una desobediencia, la de distribuir la comunión con la mano, la Instrucción Memoriale Domini permitía a las conferencias episcopales, después de un atento examen, pedir autorización a la Santa Sede.

Pues bien, sólo ocho días después de la publicación de Memoriale Domini, la Conferencia Episcopal Francesa obtuvo esta autorización del Papa. La brevedad del plazo indicaba claramente que todo se había preparado con antelación. Francia fue, pues, el primer país que abrió el camino, de forma totalmente legal, a la comunión en la mano y casi todas las conferencias episcopales siguieron su ejemplo. Y como Monseñor Bugnini había advertido al Papa, la excepción concedida se convirtió rápidamente en la práctica de la gran mayoría, y la comunión en la lengua se convirtió en la excepción.

Peor aún, la comunión en la mano, que se había introducido como una simple concesión de derecho, iba a convertirse a menudo en una obligación de hecho, negándose arbitrariamente a los fieles la comunión en la forma tradicional de rodillas y en la lengua.

Recientemente hemos vuelto a ver este abuso de autoridad con ocasión o bajo el pretexto de la ‘crisis sanitaria’. Se trata de un pretexto porque los estudios científicos han demostrado que la comunión en la lengua no es menos higiénica que la comunión en la mano. Al contrario, la mano es el principal vector de bacterias y microbios. Estas prohibiciones de la comunión en la lengua son un verdadero abuso de poder por parte de obispos y sacerdotes. Porque, como hemos mostrado en nuestro breve examen crítico de la comunión en la mano: «todo fiel tiene siempre derecho a recibir la Sagrada comunión en la boca según su elección».

Queridos amigos, respetemos este derecho nuestro por el honor de Nuestro Señor Jesucristo. En el Santísimo Sacramento, Nuestro Señor es el ser más frágil e indefenso que existe, incluso más que un bebé en el seno de su madre. El hecho de que la Sagrada Hostia sea tan pequeña y frágil no significa que pueda ser tratada sin un mínimo de respeto y adoración.

Santa Teresa de Calcuta, la Madre Teresa, dio una vez esta respuesta a un periodista que le preguntó: «Madre Teresa, ¿cuál es la mayor desgracia del mundo actual? Ella respondió: «La mayor desgracia del mundo actual no es la miseria o el hambre que sufren tantos pobres, ni las guerras y desastres de todo tipo, sino la comunión en la mano, la falta de respeto a la persona de Jesucristo.

***

Acerca de La Fraternité Saint-Vincent-Ferrier

La Fraternité Saint-Vincent-Ferrier, con sede en Chémeré-le-Roi, en Mayenne, es una comunidad religiosa de inspiración dominicana que extrae su fuerza de la observancia regular y de la liturgia tradicional.

Discípulos de Santo Tomás de Aquino, los frailes son ante todo apóstoles, cuya predicación se dirige a la «salvación de las almas por la luz» (Santa Catalina de Siena).

Para más información, visite www.chemere.org


Categories:

,


Comments

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *