Artículo original : https://lesalonbeige.fr/il-y-a-25-ans-lotan-bombardait-la-serbie
Por Michel Janva el 6 Abril 2024 – Publicado en Le Salon Beige – Traducido por Elisa Hernández
Por Antoine de Lacoste para la Revue d’Histoire européenne (Revista de Historia Europea):
Los estadounidenses son profesionales de la guerra. Cuando la ONU los declara legales (es raro pero puede ocurrir, como en Corea en 1950), organizan la intervención deseada con un mandato en toda forma. Sin embargo, la mayoría de las veces no es así y es la OTAN la que organiza el ataque contra el objetivo elegido. Existe una saborosa etapa intermedia en la que se obtiene un mandato de la ONU sobre la base de un objetivo bélico preciso que se modifica sobre la marcha. Libia es el mejor ejemplo de ello en los últimos años.
En el asunto de Kosovo, hubo que prescindir de la ONU, porque ¿cómo justificar el ataque a un país que no había atacado a nadie sino que luchaba contra una guerrilla separatista?
Analicemos los hechos. Kosovo era una provincia serbia con una población mayoritariamente albanófona. Sin embargo, antes había estado durante mucho tiempo bajo dominio otomano, al igual que gran parte de los Balcanes. El cambio demográfico que resultó fatal para los cristianos se produjo en el siglo XIX. La gran retirada del Imperio otomano condujo a la independencia de Serbia en 1878. Pero Kosovo permaneció bajo dominio otomano hasta la Primera Guerra Mundial. Muchos emigrantes musulmanes de origen albanés abandonaron Serbia, que se había cristianizado, para establecerse en Kosovo, que seguía siendo musulmán.
Este movimiento complementó otro anterior que había tenido lugar entre los siglos XV y XVII, cuando algunos serbios, que ya no deseaban vivir en un Kosovo en manos turcas, partieron para establecerse en Austria-Hungría. A esto hay que añadir el hecho de que, por desgracia, la población musulmana era más dinámica que la cristiana y, a finales del siglo XX, había muchos más albanófonos en Kosovo que serbios étnicos.
Aprovechando el caos creado por la desintegración de Yugoslavia orquestada por Washington, un movimiento terrorista, el UCK, lanzó una insurrección. Este movimiento, dirigido por Hashim Thaçi, lanzó una sangrienta guerra de guerrillas contra el ejército y los civiles serbios.
El ejército serbio se impuso al UCK, para gran disgusto de los occidentales, que utilizaron entonces todo el peso de la ley organizando lo que saben hacer muy bien: una falsa masacre.
Varias decenas de cadáveres fueron escenificados en Racak el 15 de enero de 1999. Se publicaron fotografías de ellos yaciendo unos junto a otros en toda la buena prensa habitual, y la gente denunció horrorizada la masacre de aldeanos por parte del ejército serbio. En realidad, los cuerpos eran los de combatientes del ELK muertos en una escaramuza. A nadie le sorprendió que no hubiera mujeres, niños o ancianos entre las víctimas, lo que, para una masacre de aldeanos, resulta un poco extraño.
Un equipo médico enviado por la Unión Europea confirmó los hechos, pero su jefa, la finlandesa Helena Ranta, admitió más tarde: [el diplomático estadounidense] «William Walker quería que declarara que los serbios estaban detrás para que empezara la guerra».
Una formidable operación de desinformación se puso en marcha en seguida. Se habló de «genocidio», del asesinato de «entre 100.000 y 500.000 personas», de un partido de fútbol «con cabezas cortadas», de fetos arrancados y luego asados; en resumen, un gran teatro. Por último, el ministro alemán de Asuntos Exteriores advirtió de los preparativos de una operación de limpieza étnica conocida como «herraduras».
Todo era mentira, como demostrarían las investigaciones posteriores de Der Spiegel y el Wall Street Journal.
Pero la OTAN tenía un pretexto y comenzó una campaña de bombardeos de 78 días contra Serbia. Miles de civiles serbios murieron y Serbia aceptó retirarse de Kosovo. La ONU lo administró hasta su independencia en 2008.
Los estadounidenses se apoderaron entonces del país, donde construyeron la enorme base de Bondsteel, con 7.000 efectivos. Esta vasta manipulación cobró todo su sentido.
El periódico Le Monde Diplomatique de abril de 2019 dijo la última palabra: «La mayor mentira de finales del siglo XX».
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