Artículo original : https://onepeterfive.com/traditional-latin-mass-honors-womanhood/
Mary Jiménez – 31 de enero de 2017 – Traducido por Elisa Hernández
Hace ya nueve meses que tengo el privilegio de poder asistir a la misa tradicional en latín. Puedo decir sin dudarlo que esta transición ha sido el mejor cambio de mi vida. Siempre tendré una historia de amor con la tradición católica, y he tenido la bendición de descubrir que en ningún lugar se manifiesta la tradición católica con una belleza más sobrecogedora que en la misa tradicional en latín. Aquí, ritos, oraciones y símbolos en gran parte olvidados siguen existiendo con toda su fuerza y eficacia espirituales, como lo han hecho durante los últimos 1.500 años.
Como mujer, la misa tradicional en latín resuena en mí de un modo único. «Hay algo extraordinariamente grande y misterioso en la feminidad», proclamó la Dra. Alice von Hildebrand. La Mujer ha sido uno de los misterios más hermosos de la creación de Dios desde el alba de los tiempos, desde que Adán contempló por primera vez a su esposa en el Edén y exclamó palabras de alabanza con asombro y amor.
Esto es algo de lo que me he ido dando cuenta lentamente, semana tras semana, mientras me arrodillaba en mi banco (sosteniendo mi Misal de 1962) y me preparaba para asistir a la misa tradicional en latín. Pasé los primeros veinte años de mi vida asistiendo al Novus Ordo, y aunque ciertamente tuve una relación cada vez más profunda de amor y adoración con Nuestro Señor a lo largo de todos esos años, me he dado cuenta de que sólo aquí, en la Misa en latín, me he sentido verdaderamente consciente de mi belleza y mi misterio como mujer – al arrodillarme ante la belleza y el misterio de Dios
Esto puede sonar extraño, especialmente para aquellos que ven como negativa la apariencia de una misa tradicional en latín, en la que las mujeres están veladas, en la que nunca sirven en el altar, ni son lectoras, ni cantoras, ni administran la Sagrada Comunión, ni hacen nada aparte de adorar al Señor desde sus bancos, (aparte de cantar en el coro, ¡cosa que hago con gusto!). Muchos podrían calificar el papel de la mujer en la misa latina de odiosamente sofocado y suprimido.
Sin embargo, aquí hay varios puntos en los que la Misa latina tradicional honra a la mujer incluso más que el Novus Ordo. Esta discusión parece demasiado oportuna: durante el siglo pasado, nuestra cultura se ha visto invadida por tantas ideologías falsas, de las cuales el feminismo no es la menor, y tristemente, nuestra Iglesia postconciliar no ha sido inmune a su omnipresente influencia. Sin embargo, ahora que muchos católicos están empezando a volver a abrazar lo que la Iglesia llama la Forma Extraordinaria tras el Summorum Pontificum del Papa Benedicto XVI, más de una mujer católica hará la transición, como yo he hecho, a una experiencia totalmente nueva y hermosa de la Misa, en la que sus antiguos papeles ya no existen y, en su lugar, tiene la oportunidad de redescubrir la belleza de la feminidad, ya que la Misa tradicional en latín da testimonio único de ella de cuatro formas especiales.
1) El velo
En los últimos sesenta años, la tradición de que las mujeres se cubran con el velo en el santuario se ha olvidado en gran medida o se ha convertido en un tema de contención y resentimiento. Pero en lugar de que el velo ofenda mi feminidad, descubrí por el contrario que el velo en realidad honra y eleva mi feminidad a un nuevo nivel de dignidad, uno que no experimenté en el Novus Ordo. En el Novus Ordo, me mezclo; me visto como lo haría para salir por la noche, pero nada litúrgicamente habla de mi feminidad, y me diferencio poco del fiel que está a mi lado. En la misa tradicional en latín, sin embargo, la mujer es señalada con respeto. Se me pide que cubra mi cabeza con un velo y anuncie a Dios y a los demás que soy verdaderamente una mujer, que soy su bella y misteriosa creación, y que la misa trata de la Belleza de la que procede mi belleza.
Este es un punto tan simple pero necesario de comprender. Antes de que una mujer pueda ser auténticamente consciente de la belleza de su feminidad, tiene que ser consciente, lo más profundamente posible, de Quién es Dios y de quién es ella ante Él – no sólo como mujer, sino como ser humano. La Misa fue concebida especialmente para hacer precisamente esto, a través de su reverencia, su silencio y la belleza de su liturgia. La Misa tradicional en latín guía tanto a hombres como a mujeres a orientarse enteramente hacia Dios y, en consecuencia, a borrarse ante Su Sacrificio re-presentado. A partir de ahí, la Misa procede a hablar a la mujer de su propia dignidad, porque se ha humillado ante Dios.
El velo fue el punto de partida en mi viaje para darme cuenta de cómo la Misa tradicional en latín honra la feminidad. Primero tuve que descubrir la belleza y la necesidad de la abnegación, de darme cuenta de que no soy nada ante Dios y de que la misa gira enteramente en torno a Él. El velo me ayudó maravillosamente a hacerlo. El velo me recordaba que estaba en los atrios de mi Rey – y que yo era lo suficientemente bella y sagrada como para requerir un velo, para no distraer de, sino más bien señalar a los demás Su belleza.
2) La mención repetida de la Santísima Virgen
Una de las diferencias más sorprendentes que he encontrado entre la Misa tradicional en latín y el Novus Ordo es la frecuencia con la que se honra a la Santísima Virgen en el Rito Antiguo. La Santísima Virgen es el modelo de todas las mujeres católicas; como la describió San Luis de Montfort, «Dios Padre reunió todas las aguas y las llamó los mares (maria). Reunió todas sus gracias y las llamó María (Maria)». Y la misa tradicional en latín parece comprender realmente el papel sagrado e irrepetible de Nuestra Señora en la historia de la salvación, así como en nuestro viaje por este valle de lágrimas, y en consecuencia la honra una y otra vez en todo momento.
Incluso antes de que se lea la Epístola, la Santísima Virgen ya ha sido invocada cuatro veces: dos veces en el confiteor del sacerdote y otras dos en el de los monaguillos. Se la honra una vez en el ofertorio, otra en el canon y otra después del Pater Noster. Inmediatamente después de la misa baja, las oraciones leoninas prescritas incluyen tres Aves y la Salve Regina. En total, la Virgen es honrada e invocada hasta doce veces en cada misa, y aún más cuando se trata de uno de sus días festivos.
El homenaje que el rito antiguo rinde a la Santísima Virgen atestigua que también honra la dignidad inherente a todas las mujeres. De manera especial, la Misa tradicional en latín pone continuamente a la Santísima Virgen ante el corazón de cada mujer presente, instando a todas las mujeres a crecer en sus virtudes y en su ejemplo por el bien de la Iglesia.
3) La invocación de mujeres santas
Durante cada Misa tradicional en latín, se invoca y honra a siete santas directamente después de la Consagración: Ss. Perpetua y Felicidad, ambas madres de niños y heroicas mártires bajo Diocleciano, y Ss. Águeda, Lucía, Inés y Anastasia, mujeres de los primeros cristianos que sufrieron horribles torturas por amor a Cristo (y, en el caso de las tres primeras, también por su virginidad).
¡Este es un momento tan poderoso tras la profundidad de la Consagración! El Misal Diario de 1962 proclama junto a sus nombres: «Una de las alegrías de la salvación eterna será la encantadora sociedad de todos los demás ciudadanos del cielo, que ahora rezan para que nos unamos a ellos». Esto produce en mi corazón un estremecimiento de alegría y anticipación, y de respeto por estas mujeres heroicas, y por cómo utilizaron sus dones de feminidad – los mismos que yo poseo como mujer – para servir a Dios hasta el final.
En cada misa, quienes asisten al rito antiguo son llamados a recordar el ejemplo de estas siete mujeres católicas que sufrieron el martirio, y a ser conscientes de la fuerza y la belleza de su feminidad, que, en cooperación con la gracia de Dios, les permitió darlo todo por Cristo. Qué increíble homenaje, rendido por la misa tradicional en latín, al noble designio que Nuestro Señor tiene para todas las mujeres.
4) La integridad simbólica del papel litúrgico de la mujer
Este tema ya ha sido argumentado aquí de forma elocuente por Benedict Constable, por lo que sólo quisiera subrayar cómo he llegado a apreciar personalmente la distinción de roles entre la masculinidad y la feminidad tal y como se manifiesta en la Misa latina tradicional. Cuanto más he llegado a comprender y abrazar esta liturgia, más aprecio que estoy auténticamente integrada en ella como mujer, donde sirvo como un símbolo profundo simplemente a través de mi propia feminidad – y no a través de ninguna acción externa, e imperfecta, mía en mis intentos de «contribuir» a la liturgia de la Misa.
Puedo decir esto por años de experiencia como cantora y lectora en el Novus Ordo. Me sentí bendecida y honrada de haber podido servir a Dios de esa manera y de haber utilizado los talentos que tengo para Su gloria – pero en la Misa tradicional en latín, me siento doblemente completa y en paz cumpliendo el papel litúrgico destinado a mí y a todas las mujeres desde el principio de la Iglesia, que es simplemente estar presente en mi feminidad y representar la receptividad de toda la Iglesia a la Palabra de Dios. ¡Qué asombroso y hermoso es que mi identidad como mujer sea suficiente, que no necesite hacer nada más de mi propio esfuerzo para servir como símbolo sagrado en la liturgia!
Estoy segura de que hay muchas más formas en las que la misa tradicional en latín me ayudó a abrazar el hermoso don de mi feminidad y a regocijarme en mi papel tradicional en la liturgia. Por muchas que haya podido olvidar, estoy profundamente agradecida por todas ellas. Rezo de todo corazón para que cada vez más mujeres católicas descubran estos hermosos tributos a su feminidad que yacen ocultos en el Rito Antiguo – y que todas se den cuenta de que aunque en la superficie, las mujeres parecen hacer mucho menos en la Misa Tradicional en latín que en el Novus Ordo, es porque la Misa Tradicional en latín, junto con la tradición católica de los últimos dos mil años, le ha dicho suavemente: Eres mujer: eres hermosa: eres suficiente como eres.
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