Publicado el 20 de marzo de 2024 – Traducido por Elisa Hernández
«No nos desviemos de la fraternidad».
Declaración de los obispos de Francia sobre el proyecto de ley sobre el final de la vida
Los Obispos de Francia, reunidos en Lourdes, lugar de oración y de solidaridad con los más vulnerables, expresamos nuestra gran preocupación y nuestras profundas reservas ante el anunciado proyecto de ley sobre el final de la vida. No nos cansamos de proclamar que toda vida humana merece ser respetada incondicionalmente y acompañada de una auténtica fraternidad. Junto con muchos de nuestros conciudadanos, cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes, y con un gran número de auxiliares de salud y cuidadores, cuyo compromiso, competencia y generosidad deseamos saludar, reafirmamos nuestro apego a la manera francesa de rechazar la muerte inducida y dar prioridad a los cuidados paliativos.
Es un imperativo de humanidad y fraternidad aliviar el sufrimiento y ofrecer a todos el mejor apoyo posible al final de la vida, en lugar de interrumpirla con un gesto letal. Nuestro ideal democrático, tan frágil y tan necesario, se basa en la prohibición fundamental de causar la muerte.
Queremos expresar nuestra gran cercanía a quienes sufren y saludamos el compromiso de quienes les cuidan. Queremos escucharles y estar a su lado, apoyando la lealtad de sus cuidadores y seres queridos. Estamos impresionados por los progresos realizados en cuidados paliativos. El Consejo Nacional Consultivo de Ética francés ha hecho de la generalización de los cuidados paliativos un requisito ético previo a cualquier cambio legislativo. Estamos convencidos de que los cuidados paliativos pueden y deben seguir desarrollándose, tanto cuantitativamente en nuestro país como cualitativamente, continuando la mejora de la respuesta al dolor que aún no responde. Saludamos la investigación que, de forma solidaria, sigue buscando las mejores formas de tratar el dolor. Todo ello tiene un coste que una sociedad democrática como la nuestra se honraría en asumir.
Exhortamos a todos los católicos a implicarse más con las personas discapacitadas, ancianas o al final de su vida: la petición de suicidio asistido o de eutanasia es a menudo la expresión de un sentimiento de soledad y de abandono al que no podemos ni debemos resignarnos. Cuanta más solidaridad haya con los más vulnerables, más avanzará nuestro país por un camino renovado de fraternidad, justicia, esperanza y paz.
Nuestra época, a menudo habitada por el miedo a la muerte y el deseo de prolongar la vida indefinidamente, también considera que las vidas frágiles carecen de sentido. Queremos afirmar que toda vida, por frágil que sea, merece ser honrada hasta su fin natural.
En medio de tanta violencia contemporánea, en nuestro país y en todo el mundo, hacemos un llamamiento a todos los cristianos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad para que sean auténticos servidores de la vida de sus hermanos y hermanas. El mensaje de la Pascua, que cada uno puede acoger a su manera, es el triunfo del amor y de la vida sobre el sufrimiento y el sentimiento de abandono. Que la esperanza de esta luz pascual ilumine y anime a todos nuestros conciudadanos y a todos sus representantes en el umbral de un debate decisivo para el presente y el futuro de nuestra humanidad común.
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