Articulo original : https://www.medias-presse.info/ces-eveques-roumains-martyrs-du-communisme/185986/
por Ex Libris – 8 de febrero de 2024 – Traducido por Elisa Hernández
Mártires del comunismo, Siete obispos en Las prisiones rumanas
Francisca Baltaceanu y Monica Brosteanu enseñan en la Universidad de Bucarest. Ya habían publicado “Vladimir Ghika, professeur d’espérance” (“Vladimir Ghika, profesor de esperanza”), una biografía de otro prelado católico romano martirizado por el régimen comunista. Esta vez, con “Martyrs du communisme” (“Mártires del comunismo”), relatan la vida y la muerte de siete obispos de la Iglesia greco-católica rumana, víctimas del régimen comunista en Rumanía.
El obispo greco-católico Vasile Aftenie murió la noche del 9 al 10 de mayo de 1950 en el hospital de la prisión de Vacaresti a consecuencia de las torturas. Tenía 51 años.
El 11 de julio de 1952, el obispo greco-católico Valeriu Traian Frentiu murió en la prisión de Sighet. Tenía 77 años.
El 27 de junio de 1953, el obispo greco-católico Ioan Suciu murió de inanición en la misma prisión de exterminio. Tenía 46 años.
El 15 de enero de 1955, el obispo greco-católico Tit Liviu Chinezu, gravemente enfermo y privado de todo tratamiento médico, murió en régimen de aislamiento en la misma prisión de Sighet. Tenía 51 años.
El 4 de agosto de 1959, el obispo greco-católico Ioan Balan, superviviente de la prisión de Sighet (de 1950 a 1954), murió después de muchas vicisitudes, en residencia forzosa en el monasterio de Ciorogârla. Tenía 79 años.
El 9 de mayo de 1963, el obispo greco-católico Alexandru Rusu murió en la enfermería de la prisión de Gherla, tras haber sobrevivido a la prisión de Sighet (de 1950 a 1954) y a varios meses de residencia forzosa. Detenido de nuevo el 30 de diciembre de 1956, pasó de nuevo por las cárceles de Gherla, Pitesti, Dej y Gherla. Tenía 79 años.
El 28 de mayo de 1970, el obispo greco-católico Iuliu Hossu murió tras cinco años de encarcelamiento en Sighet (de 1950 a 1954) y casi catorce años de residencia forzada en el monasterio de Caldarusani. Tenía 85 años.
En el momento de su detención, constituían la totalidad del episcopado de la Iglesia greco-católica rumana.
Un anticatolicismo feroz
En el contexto de la Guerra Fría, los comunistas afirmaban que el Vaticano desempeñaba un papel preponderante. Además, en la ideología del internacionalismo proletario, no había lugar para el sentimiento nacional que la Escuela de Transilvania había alimentado en términos de identidad y cultura. En esta lógica, el destino de la Iglesia greco-católica estaba sellado: tenía que desaparecer.
En 1945, muchos canónigos y sacerdotes habían sido despedidos por el Estado u obligados a jubilarse; otros habían sido encarcelados arbitrariamente. Se prohibió la creación de nuevas parroquias. Algunos edificios religiosos fueron expropiados y los fondos eclesiásticos confiscados. La prensa católica fue suprimida y el Estado intervino cada vez más en la educación confesional, hasta que finalmente fue disuelta.
A partir del 21 de febrero de 1948, se promulgaron varios actos legislativos: la denuncia del Concordato entre el Estado rumano y el Vaticano (17 de julio de 1948); la reforma de la enseñanza, que condujo a la supresión de todas las escuelas confesionales y a la nacionalización de sus bienes (3 de agosto de 1948); y la ley sobre las confesiones religiosas, que prácticamente bloqueó sus actividades (4 de agosto de 1948). El 27 de octubre de 1948, una nueva comisión, que reunía a varios ministerios, firmó una orden para detener a todos los obispos, canónigos y sacerdotes. Su detención fue calificada de «medida preventiva» por la Securitate. Los obispos no fueron juzgados ni condenados, ni por motivos religiosos ni por razones económicas o políticas.
Es este calvario poco conocido de la Iglesia greco-católica de Rumanía el que se relata detalladamente en este libro, que sirve como deber de memoria.
Mártires del comunismo, Francisca Baltaceanu y Monica Brosteanu, publicado por Salvator, 216 páginas, 21,90 euros
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