por Fabien Laurent – 5 de enero de 2024, Traducido por Elisa Hernández
Articulo original : https://www.medias-presse.info/entretien-avec-mgr-carlo-maria-vigano-la-verite-triomphe-quand-elle-est-niee-30-decembre-2023/184379/
Durante más de tres años, Monseñor Carlo Maria Viganò ha revelado, a través de sus vídeos y mensajes, la verdad sobre la historia del gran engaño que estamos viviendo. Empezando por el Grand Reset (el Gran Reinicio), pasando después por Davos, sin dejar de lado ningún argumento relativo a la violación de los derechos individuales de todos los pueblos, Monseñor Viganò ha puesto de relieve el entramado mundial del plan diabólico urdido por la élite globalista. Los llamamientos urgentes del alto prelado pretenden reforzar la verdad contra el «mal satánico» que – ha advertido – está invadiendo el mundo, conduciéndolo no sólo hacia un precipicio de colapso económico, sino sobre todo en dirección a un abismo moral irreversible, como si dijera que ya no hay religión. Para el hombre que hoy es reconocido a todos los efectos como el «defensor» espiritual, o más bien el «comandante» espiritual, de la multitud de personas de todo el mundo que han decidido intentar combatir el poder «diabólico» del mal, representado por la astuta creación de falsas pandemias, los ataques a la deuda soberana, las crisis financieras y energéticas, las privaciones y la supresión de las libertades individuales, el arzobispo Viganò representa el único símbolo verdadero de la defensa del bien común y de la sociedad civil tal y como la conocemos.
En esta entrevista exclusiva, hablamos con MonseñorViganò, sin olvidar el pasado, pero tratando de imaginar cómo preservar y hacer avanzar el mundo, más allá del pensamiento único.
Monseñor Viganò, en primer lugar, gracias por haber aceptado esta entrevista. Partiendo de las palabras de San Pedro: «Resistite fortes in fide», te preguntamos: ¿cómo podemos resistir hoy, para que nuestro testimonio a favor de la verdad no sea constantemente manipulado?
Resistir al poder -civil o eclesiástico- cuando abusa de su autoridad es una de las formas más heroicas de sentido cívico y religioso. Los mártires, que no obedecen a los hombres sino a Dios, han resistido al abuso de poder: negándose a quemar incienso al César, repeliendo la herejía o el cisma, oponiendo la profesión de Fe a los abusos de los gobiernos liberales o comunistas, proclamando la Verdad Católica contra la tiranía secular y materialista. Pero todos estos mártires – desde los asesinados en el Coliseo y en el Circo Máximo hasta los católicos perseguidos hoy por la dictadura comunista china con la complicidad del Vaticano – no habrían merecido la palma de la victoria si hubieran puesto su confianza en sí mismos y no en Dios. El heroísmo del martirio – de dar testimonio de la Fe – es un acto de humildad, porque el mártir se reconoce impotente y acepta que es Dios quien le da la fuerza y el valor para sacrificar su propia vida.
Sabemos que Cristo ya ha vencido, y que se reserva el derecho de celebrar Su triunfo final después de llamarnos a luchar junto a Él, para que podamos compartir Su victoria. Pero, mientras tanto, Satanás sigue intentando deshacer los frutos de la Redención, arrebatando a Cristo tantas almas como puede. ¿Cómo lo hace? Mediante el engaño más antiguo del mundo: Seréis como dioses (Gn 3,5). La sociedad contemporánea, fundada en principios revolucionarios y masónicos que niegan el Señorío universal de Cristo Rey, se revela necesariamente anticristiana y anticristiana precisamente en el momento en que se funda en el fraude, es decir, en el rechazo y la falsificación de la Verdad, porque es Cristo quien dijo de Sí mismo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14,6). Satanás es lo contrario: es la perdición, la mentira y la muerte. Por eso no debe sorprendernos que sus secuaces manipulen o censuren la verdad volviéndola contra quienes la proclaman: el diablo es un espíritu mentiroso y sólo sabe mentir, atribuyendo sus mentiras a los demás.
Oppressa vincit veritas: la verdad triunfa cuando se la niega. Es precisamente en estos momentos de crisis y mentiras, cuando la verdad es más traicionada, cuando está destinada a brillar. Todas las mentiras que nos han endilgado en los últimos años – el fraude de la psico-pandemia, la emergencia climática, la teoría de género, la guerra de Ucrania – se derrumban ante la verdad evidente, y esta realidad ya no puede silenciarse ni ocultarse. Llegará el día -muy pronto – en que las masas comprenderán el engaño criminal al que están siendo sometidas y pedirán cuentas a los responsables, que entonces ya no podrán esconderse tras las instituciones que les han protegido y favorecido.
Demos un paso atrás en el tiempo: todos recordamos la imagen de un Papa que, solo, el 28 de marzo de 2020, sube los escalones de una fría y desierta Plaza de San Pedro, como imitando el lenguaje del terror mediático de la época, reforzando el clima de miedo en el que había caído el pueblo: ¿puede representar el declive de la Iglesia clerical?
El exhibicionismo egocéntrico del 28 de marzo nos mostró dos cosas. Por un lado, que el jesuita argentino es un emisario de la élite globalista, un concienzudo ejecutor de sus órdenes, y lo exhibe con la arrogancia de quien se cree intocable. Por otra parte, esta desvergonzada demostración de servilismo a la élite hace que hasta el más ingenuo e ingenua se dé cuenta de que Jorge Mario Bergoglio ha sido colocado en el Trono de Pedro para demoler la Iglesia de Cristo, por las mismas personas que han admitido haber colocado a sus reclutas del Foro Económico Mundial a la cabeza de los gobiernos occidentales. Si Bergoglio es capaz de disfrazarse de Papa para hacer el trabajo, no le habrá costado gran esfuerzo recitar esa obra bajo la lluvia, en la que ratificaba el fraude de la pandemia y actuaba como patrocinador del suero genético experimental. Imagino que esta publicidad le reportó pingües beneficios en términos de reconocimiento por parte de la élite, y también podemos entender por qué el fraude que presenciamos no habría sido posible con Benedicto XVI como Papa o con Donald Trump como Presidente de Estados Unidos; uno torpedeado con mucha antelación, el otro en las proximidades de la psico-pandemia, por los mismos personajes vinculados a los Obama y los Clinton, McCarrick y la mafia de San-Gall.
Si por «Iglesia clerical» entendemos la secta que ha ocupado el Vaticano y las diócesis de todo el mundo durante los últimos sesenta años y especialmente en la última década, podemos afirmar con certeza que el descrédito que se ha acarreado a sí misma hace que los católicos sean conscientes de que está en marcha un golpe mundial y de que los subversivos están utilizando su autoridad para golpear a la institución que representan.
Quienes quieren destruir una institución – la Iglesia, el Estado, la Justicia, las Fuerzas Armadas, los médicos, los medios de comunicación – actúan en dos frentes: en el frente interno, sobornando a sus representantes, para desacreditarla ante el pueblo con sus abusos, sus exacciones, sus escándalos; en el frente externo, atribuyendo la corrupción a la propia institución, y no a sus indignos miembros. La corrupción moral y doctrinal del clero contribuye a la destrucción del cuerpo eclesial, del mismo modo que la corrupción de la aristocracia francesa preparó el camino para la destrucción de la Monarquía de Derecho Divino, o como la corrupción de los partidos en Italia en los años 80 sirvió de pretexto para Mani pulite[1] y la abdicación de la soberanía nacional en favor de la sinarquía globalista.
Por otra parte, la presencia de corruptos en la institución hace posible que aprueben aberraciones que los funcionarios honrados e íntegros nunca legitimarían. Es fácil que la ONU presione para que se rebaje la edad de consentimiento y la consiguiente despenalización de la pedofilia, si en la cúpula del Estado y de la Iglesia se esconden pervertidos y pedófilos. Y es relativamente fácil obtener su complicidad, si son objeto de chantaje o corruptibles.
¿Cómo podemos esperar la salvación de la civilización cristiana?
La civilización cristiana es el resultado de un orden social, cuya construcción requirió siglos, sacrificios y vidas; y que sobrevive en sus últimos vestigios a pesar del martilleo mediático de la cultura de la cancelación e ideología woke. Este orden social se basa en el orden divino: en la tierra como en el cielo. Y así como en el cielo Jesucristo, el Dios-Hombre, es el Rey universal, todo poder terrenal, desde el de los reyes hasta toda autoridad civil y eclesiástica, es y debe ser una expresión vicaria del Señorío universal de Cristo. “Todo poder procede de Dios«, dice San Pablo. Y esta autoridad debe ser necesariamente una autoridad cristiana, porque sólo encuentra su legitimidad y sus límites en la coherencia con la Autoridad de Cristo.
Quien obedece, obedece a Cristo que manda a través de Sus representantes en la tierra; quien manda, manda en nombre de Cristo y sabe que no puede mandar nada contrario a Nuestro Señor. Si se pierde la legitimidad divina de la autoridad y su función vicaria, ésta se transforma en tiranía, porque no tiene un límite fijado desde arriba y no existe una norma eterna y trascendente a la que los súbditos puedan apelar para evitarla.
La crisis de la autoridad se ha extendido también al derecho natural, desde el momento en que no persigue el bonum commune – como debería hacerlo cualquier poder, incluso pagano -, sino que incluso se convierte en enemigo de los ciudadanos. La traición al pacto social convierte a esta autoridad en ilegítima, y los subversivos que la usurpan deben ser denunciados y perseguidos.
Durante al menos dos siglos, la Revolución ha adoctrinado a generaciones de jóvenes con el mito de la democracia, haciéndoles creer que la clase política tiene realmente en cuenta los intereses de la nación y el bien de sus ciudadanos, mientras que durante dos siglos ha gobernado el lobby masónico internacional.
Así pues, si queremos salir de este laberinto, lo primero que hay que hacer es volver a Cristo, para devolverle la corona que la Revolución usurpó mediante el engaño.
En una entrevista reciente, dijo usted que «el próximo cónclave será una provocación» y que «la lógica de Bergoglio es crear un cisma»: ¿hacia qué Iglesia nos dirigimos? ¿Seguirá siendo la Iglesia de Dios o asistiremos a una «modernización progresiva» con nuevas figuras y nuevos credos arco iris?
La Iglesia es una y sólo pertenece a Cristo, que es su Cabeza divina, y cuyo Vicario es el Papa. Bergoglio ha demostrado más allá de toda duda razonable que actúa como emisario de la Iglesia profunda para desacreditar al Papado y a la Iglesia católica, lo que repugna al papel asignado por Cristo a San Pedro y a sus Sucesores. Todo lo que ha conseguido en estos diez años es la ejecución del proyecto subversivo organizado por el Estado Profundo angloamericano, como revelan los correos electrónicos de John Podesta publicados con Wikileaks. El inmigracionismo, el ecumenismo, el ecologismo neomalthusiano, la democratización de la Iglesia, las políticas sanitarias, la igualdad de género, la cultura de la cancelación, la ideología woke: no hay un solo punto de la Agenda 2030 que no haya encontrado un ejecutor muy celoso en Bergoglio. Incluso la última, escandalosa y abominable Declaración Fiducia supplicans, que autoriza (e impone) la bendición de parejas de hecho y homosexuales, es otra casilla marcada en la lista de tareas asignadas por la élite globalista al jesuita argentino, con la complicidad de la mafia de San-Gall, y es tan inaudita que ya ha provocado protestas inmediatas, incluida la prohibición de su aplicación por parte de numerosas diócesis y Conferencias Episcopales enteras.
Como vemos, la Fiducia suplicante ya ha conseguido uno de sus objetivos: suscitar la indignación de los católicos – laicos y clérigos – para empujarlos a distanciarse de la secta de Santa-Marta. El otro objetivo es legitimar de facto una forma de reconocimiento de las uniones irregulares sin llegar inmediatamente al matrimonio de divorciados o sodomitas, siguiendo el modelo de las «parejas de hecho» o «pacs» que las autoridades civiles aprobaron hace veinte años en muchos países. Dos décadas después, podemos ver cómo los «pacs» fueron el penúltimo paso antes de llegar al matrimonio homosexual, y si Bergoglio se dispone ahora a hacer lo mismo en el ámbito eclesiástico, es porque sabe y quiere que se llegue al matrimonio sacramental también para dos hombres y dos mujeres.
Pero lo que no debe escapársenos en esta táctica, tan astuta como demoledora, es que mientras los moderados se ocupan de señalar que el prefecto Tucho Fernández ha reiterado que el matrimonio es sólo entre un hombre y una mujer y que, por tanto, «no hay cambio de doctrina», no parecen darse cuenta de que, mientras tanto, la Declaración Fiducia supplicans dicta normas vinculantes para todas las diócesis, y sabemos muy bien que si un obispo se atreve a expresar la más mínima crítica al Sátrapa, el Vaticano responde inmediata y violentamente con deposiciones, privación de sueldo, acciones de descrédito y sanciones canónicas. Imagínese la serenidad con la que cualquiera de los muy temerosos obispos de hoy se atrevería a desafiar lo que, en otros tiempos, habría bastado para encerrar al argentino en una celda del Castel Sant’Angelo[2].
Algunos pueden objetar que muchos obispos se oponen a Fiducia supplicans, lo que en sí mismo es algo muy bueno. Pero la mentalidad subyacente a éste y otros documentos vaticanos es precisamente la sinodalización de la Iglesia, dando a cada Conferencia Episcopal el poder de tomar decisiones disciplinarias y magisteriales como si fueran Iglesias nacionales cismáticas. Las diócesis con buenos obispos quizá puedan esperar no cumplir los dictados de Bergoglio (hasta que sean destituidos por él), y las que tengan obispos progresistas se desatarán en todos los frentes, yendo mucho más allá de lo que afirma hipócritamente el documento vaticano: las diócesis alemanas ya han anunciado que quieren bendecir oficialmente a las parejas homosexuales como tales.
Me gustaría señalar que, mientras los conservadores reconocen a Bergoglio como el Papa legítimo, pero al mismo tiempo comprenden que toda su acción es deliberadamente divisiva, los progresistas, en cambio, no reconocen a Bergoglio como el Vicario de Cristo, sino como un representante de su facción que, usurpando el Papado, ahora puede conseguir los resultados deseados. Bergoglio es su Papa precisamente porque no tiene nada en común con los papas que le precedieron, y porque el propio jesuita argentino se ha apoderado del Papado para utilizarlo para sus propios fines: ésta es la cuestión del vitium consensus (vicio del consentimiento) de la que hablé en mis recientes contribuciones.
En el Evangelio de Lucas 21 está escrito: «Jesús dijo a sus discípulos: Cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, comprenderéis que será tomada, y que los que inclinen la cabeza podrán levantarla, porque se salvarán.» Hoy en día, hay un sangriento genocidio en la región: ¿crees que las palabras de Lucas se harán realidad, y qué podemos esperar?
El sionismo es una herejía del judaísmo, nacida con el Congreso Sionista de Basilea en 1897 y desarrollada en círculos askenazíes. Los judíos ortodoxos creen en la venida de un Mesías personal, al que los católicos reconocen en Jesucristo, pero al que siguen esperando. Los sionistas, en cambio, creen que el Mesías es el Estado de Israel, divinizándolo y legitimando así los horrores y crímenes de los que son culpables desde hace décadas y que hemos visto desarrollarse en la Franja de Gaza en las últimas semanas. No es casualidad que los sionistas consideren enemigos a los judíos ortodoxos, del mismo modo que los modernistas consideran enemigos a los católicos tradicionalistas.
La infiltración de los sionistas en todas las naciones occidentales y atlánticas es evidente y reconocida por ellos mismos. Gracias a ello, el Mossad israelí, mediante el chantaje, controla los gobiernos y la información, además de poseer todo el sistema financiero y económico. Cuando los crímenes cometidos por estos dirigentes, políticos, jueces, actores, periodistas y prelados salgan a la luz en todo su horror, los sionistas ya no podrán chantajearles y su poder sobre las naciones habrá desaparecido.
Su compromiso no se ha limitado al envío de video-mensajes, sino que fundó la Asociación Exsurge Domine para «sensibilizar a la opinión pública sobre una grave crisis eclesial, que ha llegado recientemente al punto de una verdadera persecución de los sacerdotes y religiosos que no se pliegan a la apostasía y a la traición de la Iglesia de Cristo». ¿Podría hablarnos de los proyectos que ha comenzado a realizar?
«Podría pasar a la historia como el que dividió a la Iglesia«, dijo Bergoglio en 2016. Me parece que este destino está confirmado por una serie ininterrumpida de acciones y declaraciones altamente divisivas, que culminaron este último año con la abierta persecución de los buenos y la arrogante protección de figuras corruptas y pervertidas.
Bergoglio es partidario del conflicto y del cisma: la acción disgregadora del jesuita argentino se basa en su capacidad para chantajear e intimidar, sabiendo perfectamente que los clérigos y prelados heréticos son conscientes de que pueden moverse con la mayor libertad, mientras que los fieles al Magisterio no comprenden que desobedecer a Bergoglio no sólo no cuestiona en absoluto el Papado, sino que en realidad lo protege. Por esta razón, la desobediencia de los malvados al Magisterio es tanto más descarada por alinearse con el Satrapía, mientras que la resistencia de los buenos es decididamente ni incisiva ni eficaz. El escándalo de Fiducia Supplicans ha tenido, sin embargo, el mérito, por así decirlo, de tocar uno de esos llamados valores no negociables que han permanecido sustancialmente intactos bajo los dos Pontificados anteriores, de modo que una parte significativa del episcopado católico mundial ha tomado conciencia de la amenaza que este documento Vaticano supone para la supervivencia misma de la Iglesia. La oposición cada vez más abierta a esta desgracia querida por Bergoglio e impuesta por Fernández – que torpemente intentó redimensionar – es la prueba de la traición de Bergoglio y la premisa para poner fin a este desastroso «pontificado».
Y mientras tanto, ¿qué se puede hacer?
Mientras esperamos a que esta parodia indigna de la jerarquía católica sea sustituida por obispos y sacerdotes santos – porque son los santos que necesitamos -, podemos ayudar a quienes están redescubriendo el verdadero Sacerdocio y la verdadera vocación religiosa y son perseguidos y condenados al ostracismo por este motivo.
De hecho, Exsurge Domine no se dirige a quienes – como los miembros de la Sociedad de San Pío X u otros institutos canónicamente independientes – ya están dentro de la Tradición, sino a quienes se acercan a ella con buena voluntad, procedentes de las atribuladas realidades eclesiales de hoy. Hablo de párrocos que descubren la Misa de antaño, de monjes que quieren vivir en fidelidad a la Regla, de jóvenes católicos que quieren servir al Señor, pero comprenden que no pueden formarse en seminarios o conventos modernistas. Hay que ayudar a estas vocaciones a redescubrir la belleza de la Fe católica y de su Liturgia, y el heroísmo de la santidad, en un proceso de recuperación y reconstrucción que requiere paciencia, perseverancia, disciplina y – necesariamente – períodos más largos de conversión. La misión de Exsurge Domine es también reavivar – sobre todo mediante la predicación y el apostolado – esta conciencia católica devastada por décadas de vida post-conciliar. En esta batalla espiritual, queremos acoger y ayudar con caridad paterna a quienes quieren luchar por el Señor, pero se dan cuenta de que es necesario retomar las armas de la oración, la penitencia, el estudio y la vida interior.
Con esta idea nació el Collegium Traditionis, una casa de formación clerical tradicional en la que preparar a los sacerdotes de mañana con la ayuda de los buenos sacerdotes de hoy. Es un proyecto que requiere un gran compromiso financiero, y sólo podrá hacerse realidad gracias a los donativos de muchas personas generosas. Hago un llamamiento a todos los católicos para que contribuyan a esta iniciativa, que es la única nacida en Italia y para Italia, para el renacimiento espiritual de nuestro país, para mayor gloria de Dios y santificación de las almas.
Entrevista realizada por Andrea Caldart de quotidianoweb.it
[1] La operación Manos Limpias: fue un proceso judicial italiano que reveló una colosal red de corrupción
[2] Castillo de Sant’Angelo en Roma
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