Traduccion del articulo : https://www.medias-presse.info/fremet-et-tabescet-a-propos-de-la-scandaleuse-note-doctrinale-mater-populi-fidelis-par-mgr-carlo-maria-vigano-archeveque/211715/
por Fabien Laurent — 11 de noviembre de 2025 – Traducido por Elisa Hernández

«Esta nota abominable no debe reprocharse solo a Tucho Fernández, sino a todo el establishment del Vaticano y a sus más altas esferas ».
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ataque contra la Santísima Virgen del Dicasterio para la Doctrina de la Fe

La Nota doctrinal presentada estos últimos días en el Vaticano, con solo el incipit en latín, « Mater populi fidelis » (aquí), constituye la última y escandalosa ofensa de una jerarquía traidora y corrompida que, desde hace más de sesenta años, en un crescendo incesante, utiliza su autoridad para imponer de manera falaz a los católicos sus propias desviaciones doctrinales y morales, con el fin de desmantelar la Iglesia católica y perder las almas. La prisa —casi se diría furia— por destruir es tal que pone en evidencia incluso las contradicciones existentes en el seno de la iglesia sinodal, afectada por un significativo bipolarismo patológico: por un lado, declara impropio el título mariano de Corredentora atribuido a la Virgen María, y por otro, promueve a Doctor Ecclesiæ a John Henry Newman, que había defendido este título contra los anglicanos tras su ataque al dogma de la Inmaculada Concepción.
La indignación y el sentimiento de ultraje que invaden a cada católico ante el menosprecio de la Santísima Virgen hacen difícil controlar la santa ira que se apodera del fiel cuando se vilipendia a la Madre de Dios. Pero es precisamente en los momentos en que el enemigo nos provoca para obtener de nosotros una reacción «excesiva» cuando hay que mantener la mayor lucidez de juicio.
Al analizar y sopesar el alcance de ciertas afirmaciones, es indispensable recordar que todas las declaraciones y acciones de los funcionarios de la «iglesia sinodal» son «falsas y engañosas».
Nos empujan a seguir al adversario por el terreno en el que quiere atacarnos, cuando es precisamente ahí donde no debemos dejarnos arrastrar, so pena de caer en la trampa que estos herejes han tendido hábilmente.
Digámoslo sin rodeos: a Tucho Fernández le importa un comino la corredención, y menos aún los posibles malentendidos de los fieles.
Sería patético creer que quiere reafirmar la mediación única de Nuestro Señor, cuando sus dos jefes —Bergoglio y Prevost— afirman que todas las religiones conducen igualmente a Dios. A Tucho Fernández ni siquiera le preocupa la difusión de errores doctrinales que el Dicasterio que preside indignamente debería condenar inmediatamente y que, por el contrario, alimenta deliberadamente. Nadie se preocupó por posibles «malentendidos doctrinales» cuando se intentó hacer pasar el inmundo ídolo de la Pachamama por la imagen de la Virgen María llevando al Señor en su seno, después de que los fieles se escandalizaran por el culto rendido por Bergoglio y sus cómplices a ese horrible simulacro pagano.
La confusión y la contradicción son el sello distintivo de la iglesia sinodal, su marca de fábrica, por así decirlo. En efecto, es en la aceptación de la contradicción donde el fiel debe renunciar a su razón y al Sensus Fidei, como una profesión de apostasía exigida al discípulo.
Tucho Fernández tiene la sensibilidad espiritual de una pala y la erudición de un manual de montaje de IKEA.
Está demasiado ocupado tratando de hacer olvidar sus libelos obscenos después de haber organizado contra mí ese vergonzoso juicio-farsa «por cisma» y firmado el decreto de mi «excomunión». Sus prioridades no son las de un pastor devorado por el celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas, sino las de un burócrata cínico, sin fe, nombrado con el fin de demoler el papel, el prestigio, la credibilidad, la autoridad y la legitimidad de esta Suprema, Sagrada y Universal Congregación del Santo Oficio, ya degradada por Montini a Congregación para la Doctrina de la Fe y rebautizada como Dicasterio por Bergoglio.
Por lo tanto, si Tucho promulgó esta Nota, fue con otros fines, y es en ellos en los que hay que centrarse si se quiere comprender el carácter herético y el alcance destructivo de su obra subversiva. No olvidemos que este documento se estaba preparando desde la época de Bergoglio y que se publicó después de la homilía pronunciada el pasado 26 de octubre por Prevost con motivo de la peregrinación jubilar de los «equipos sinodales y organismos de participación» (aquí):
«Sobre vosotros, sobre todos nosotros, sobre la Iglesia extendida por el mundo, invoco la intercesión de la Virgen María con las palabras del Siervo de Dios don Tonino Bello: «Santa María, mujer convivial, haz crecer en nuestras Iglesias el deseo de comunión. […] Ayúdales a superar las divisiones internas. Interviene cuando en su seno se insinúe el demonio de la discordia. Apaga los focos de facciones. Reconciliar las diferencias recíprocas. Modera sus rivalidades. Deténlos cuando decidan actuar solos, descuidando la convergencia en proyectos comunes» (Maria, Donna dei nostri giorni, Cinisello Balsamo 1993, p. 99). »
No está de más recordar quién era este «don Tonino Bello», obispo de Molfetta, hereje y sutilmente perverso y pervertidor como solo los modernistas saben serlo. En el libelo irreverente citado por León, escribía:
«Queremos imaginarla [a María] adolescente, volviendo de la playa en las tardes de verano, en bermudas, morena por el sol y la belleza, llevando en sus ojos límpidos un fragmento del Adriático verde (aquí)».
Esta nota abominable no debe reprocharse solo a Tucho Fernández, sino a todo elestablishment del Vaticano y a sus más altas esferas.
Un establishment que, al tiempo que exalta «la infinita dignidad del hombre» rebelde contra Dios, no duda en humillar la dignidad de la Mujer envuelta en Luz. Y esto no es cosa de hoy ni de ayer, sino de los últimos sesenta años, es decir, desde que los «innovadores» del Vaticano II lograron rechazar los esquemas preparatorios del Concilio y consiguieron que se anulara la proclamación del dogma de la Corredención de la Santísima Virgen, deseada por una gran parte del episcopado mundial, por considerarla «poco ecuménica» hacia los disidentes protestantes.
Y si Tucho Fernández llegó a cuestionar un término teológico que se encuentra innumerables veces en los documentos pontificios de Pío IX, León XIII, San Pío X, Benedicto XV, Pío XI y Pío XII, no fue por solicitud hacia los fieles o para evitar formulaciones doctrinales ambiguas, sino por un verdadero odio hacia la Madre de Dios. Es la mano de Satanás la que ha escrito estas odiosas palabras; es el aliento gélido de la condenación eterna lo que las ha inspirado. No hay nada bueno: ni siquiera la intención, que es engañosa y sirve para otra cosa, en primer lugar para acostumbrarnos a la idea de que toda doctrina católica puede estar sujeta a cambios, que lo que ayer era verdad ya no lo es hoy, que la fe que condujo las almas al cielo hasta Pío XII puede convertirse en fuente de confusión o incluso de herejía.
Así, mientras Prevost y Tucho Fernández fingen querer disipar los equívocos de una doctrina confirmada en realidad por la fe sencilla del pueblo, se preparan para dar consistencia teológica a la sodomía, al diaconado femenino y a la subversión del papado mediante la sinodalidad. «Todo va muy bien, señora marquesa»: basta con no denunciar sus imposturas y reconocer su autoridad.
No necesitamos analizar este documento para comprender su carácter perverso: basta con mirar a los ojos a quienes nos lo proponen.
Una mirada vacía, sorda, sombría y desprovista de caridad de las almas que se pierden. La mirada de aquellos que, ante la Virgen Madre de Dios, en lugar de inclinarse con reverencia, solo la explotan para la propaganda inmigracionista —invocándola como Solacium migrantium— y le arrebatan los títulos que la Santa Iglesia Católica le reconoce y con los que el pueblo fiel la venera y obtiene las gracias de las que ella es generosa dispensadora.
Entre estas gracias, no dejará de ser escuchada la que invocamos ardientemente: que Aquella que sola derrota todas las herejías y aplasta la cabeza orgullosa del Dragón infernal, acelere el triunfo de su Corazón Inmaculado.
+ Carlo Maria Viganò, Arzobispo
7 de noviembre de 2025, Septima die infra Octavam Omnium Sanctorum

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