La Gran Herida – Monseñor Vitus Huonder

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Abril 2023 – Traducido por Elisa Hernández

TESTIMONIO – Originalmente viene en tres partes separadas, en este video están las tres partes seguidas y subtituladas al español.

En un testimonio de hace poco menos de un año, filmado por el canal YouTube de Certamen, Monseñor Vitus Huonder, antiguo obispo de Chur, explica cómo se retiró a un colegio de la Fraternidad San Pío X tras dejar la diócesis de la que era párroco, y cómo ha cambiado desde entonces. El primer episodio se titula: «El camino hacia la Fraternidad San Pío X».

La primera parte de este relato comienza reuniendo las etapas de la vida del obispo Huonder, asociándolas a los pontificados de los papas bajo los que vivió, así como a los problemas surgidos tras el Concilio Vaticano II. También explica por qué – a petición de Roma – estableció contacto con la Fraternidad Sacerdotal San Pío X​ (FSSPX) siendo aún obispo de Chur.

En la segunda parte, el prelado explica que sus contactos con la Fraternidad le han permitido profundizar en las cuestiones teológicas implicadas en estos acontecimientos, y ver con una nueva mirada los últimos ochenta años de la vida de la Iglesia.

Con palabras muy contundentes dice: «Podemos hablar de una retractatio, una nueva evaluación de la situación de la fe en la época del Concilio y después. Me ha quedado más claro por qué la Iglesia ha llegado a donde está hoy (…) en una de las mayores crisis de su historia».

En la tercera parte, el antiguo obispo de Chur culpa al Concilio y al posterior alejamiento de la Tradición. Elogia la actitud del arzobispo Marcel Lefebvre, a quien «se debería haber escuchado más», y contra quien «se cometió una grave injusticia».

Aquí tiene el texto del tercer episodio (Traducción de la tercera y última parte):

9. Salir de la crisis

La Iglesia se encuentra hoy – en 2023, me gustaría volver sobre ello – en una de las mayores crisis de su historia. Es una crisis dentro de la Iglesia. Ha afectado a todos los ámbitos de la vida eclesial: predicación, liturgia, pastoral y gobierno. Es una profunda crisis de fe. Esto es lo que hemos observado. La cuestión ahora es cómo superar esta crisis. Digámoslo sin rodeos. Sólo hay una forma de salir de la crisis: volver a los valores y verdades de fe que se han abandonado, descuidado o dejado de lado ilegítimamente. Tenemos que hacer balance de los acontecimientos de los últimos 70 años y revisarlos. La Iglesia necesita una renovación en sus dirigentes y en sus miembros. Necesita especialmente una renovación de la jerarquía, una renovación del episcopado y, sobre todo, un retorno a la vida sacramental y litúrgica. La vida sacramental y el sacerdocio – es decir, la jerarquía – están estrechamente ligados.

La crisis, que se creía que había alcanzado su punto más bajo en la década de 1990, ha alcanzado rápidamente un nivel abismal en los últimos diez años que nunca se habría podido imaginar. El año 2007, con el documento Summorum Pontificum, fue sin duda un tiempo de esperanza. Hoy tenemos que reconocer que aquello no fue más que un fogonazo que se apagó rápidamente, de modo que la crisis es ahora más grave que nunca.

Debemos añadir aquí unas palabras de aclaración sobre el motu proprio Summorum Pontificum, o más bien sobre su derogación, aunque sólo sea porque este documento papal iba a ser de gran importancia para mí en el diálogo con la Fraternindad San Pío X. El secretario del Papa Benedicto XVI desde hace muchos años, Monseñor Georg Gänswein, nos dice lo siguiente: «El 16 de julio de 2021, Benedicto XVI descubrió en L’Osservatore Romano la información sobre la publicación de Traditionis Custodes sobre el uso de la liturgia romana tradicional… Traditionis Custodes aporta un claro cambio de dirección. En su opinión, se trata de un error, porque pone en peligro los esfuerzos de pacificación iniciados catorce años antes. No es apropiado prohibir la celebración de la misa según el rito tradicional en las iglesias parroquiales. Porque siempre es peligroso poner a un grupo de fieles contra la pared, hacerles sentir que están siendo perseguidos, y hacerles sentir que tienen que salvar su identidad a toda costa frente al ‘enemigo’«. Por supuesto, hay algo más en esta cuestión que una simple preocupación por la pacificación, pero la cuestión es interesante.

10. La gran herida

El título de esta grabación procede también de una información que el obispo Gänswein escribió sobre el papa Benedicto XVI, en relación con una declaración que el difunto Summus Pontifex hizo sobre la mencionada Carta apostólica Summorum Pontificum. Se habría mostrado entonces deseoso de curar la gran herida que se había ido formando poco a poco, voluntariamente o no. Leemos a continuación: «Como se desprende claramente de sus escritos… el teólogo Ratzinger estaba inicialmente a favor de la reforma litúrgica… Pero cuando vio los acontecimientos que siguieron, se dio cuenta de la diferencia entre lo que el Concilio quería y lo que la Comisión para la aplicación de la Constitución Sacrosanctum Concilium había conseguido con la liturgia. La liturgia se había convertido en un campo de batalla entre frentes opuestos, siendo la celebración de la liturgia latina un baluarte que había que defender o una fortaleza que había que desmantelar«.

El diálogo con la Fraternidad también tiene por objetivo curar una gran herida – o más bien ayudar a curar una gran herida. Porque sigue sangrando – está sangrando ahora mismo. La Iglesia sufre más que nunca esta herida. Se está ensanchando. Se está convirtiendo en un forúnculo venenoso que está sumiendo a todo el cuerpo en un estado de terrible fiebre. En este sentido, hay que tomar en serio a Desiderio Desideravi (61) cuando habla de la liturgia y de su vínculo con la unidad de la Iglesia:

«Por eso escribí Traditionis Custodes, para que la Iglesia, en la diversidad de lenguas, eleve una única oración que exprese su unidad. Como ya lo he escrito, me gustaría ver restablecida esta unidad en toda la Iglesia de rito romano«.

Pero se plantea la cuestión de si es así como puede restablecerse la unidad. ¿Suprimiendo la liturgia auténtica? – Esto es precisamente ilegítimo, porque esta liturgia forma parte, por la fuerza de la Tradición, del tesoro de la fe de la Iglesia, y por tanto pertenece al derecho divino.

11. Persecución dentro de la Iglesia

En sus declaraciones, el Papa Benedicto XVI se refirió a un hecho que desgraciadamente concierne hoy a toda la Iglesia, y que debe incluirse en la descripción de la situación eclesial actual: la persecución dentro de la Iglesia. Al igual que San Basilio el Grande (+ 379) se quejó en su momento del arrianismo, también nosotros debemos admitirlo hoy:

«Una persecución ha caído sobre nosotros, venerables hermanos, e incluso la más violenta de las persecuciones. Los pastores son perseguidos para que el rebaño se disperse: y lo peor de todo es que los torturados no viven sus sufrimientos con la conciencia de ser mártires, como tampoco el pueblo venera a los combatientes como mártires, porque los propios perseguidores llevan el nombre de ‘cristianos’. La fiel observancia de las tradiciones de los Padres es ahora terriblemente castigada como un crimen. Los que temen a Dios son expulsados de su patria y exiliados a lugares desiertos. No es el pelo blanco lo que respetan los jueces inicuos, ni la observancia de la religión, ni caminar según el Evangelio al que se ha permanecido fiel desde la juventud hasta la vejez… Os escribimos esto, aunque ya lo sabéis; no hay lugar en la tierra donde no se conozcan ya nuestras desgracias» (Epístola 243).

Así dice San Basilio.

Sí, esta descripción del santo Padre de la Iglesia y Doctor puede aplicarse realmente, de forma casi idéntica, a la situación eclesial actual.

Las medidas contra la liturgia tradicional que se han tomado recientemente, con la Traditionis Custodes, Desiderio Desideravi y las ordenanzas que las acompañaron, no son otra cosa que una cacería de los fieles que reconocen justamente, en esta liturgia, el culto verdadero y original de la Iglesia romana. Se ignora descaradamente que tienen derecho a recibir los sacramentos en esta forma transmitida a lo largo de los siglos. Se trata de la misma desfachatez que prevaleció tras el Concilio y que causó tanto sufrimiento.

12. Pregunta al Papa

Me gustaría hacerle una pregunta al Papa. Sí, ¿qué me gustaría preguntarle al Papa si me recibiera? Me gustaría preguntarle al Papa por qué les quita el pan a los niños.

¿Por qué les deja morir de hambre? ¿Por qué los deja morir? Porque tienen derecho a este alimento – insisto: a este alimento – insisto: tienen derecho. Es la comida de la que se alimentaron sus padres y que les transmitieron. No es su propia receta. No la inventaron ellos mismos, por así decirlo, a su medida. La aceptaron de quienes se la transmitieron fielmente. ¿Por qué el Papa se la quita y les deja morir de hambre? ¿Por qué quiere administrarles por la fuerza algo que les es ajeno? Nuestro Señor dijo: «Un padre no da a su hijo una piedra cuando le pide pan, ni una serpiente cuando le pide pescado, ni un escorpión cuando le pide un huevo» (cf. Mt 7,9 y Lc 11,11-12). Pero aquí ni siquiera se trata de que el Papa dé algo, sino de que deja algo a sus hijos, algo que es vital para ellos: el santo sacrificio de la misa de los Padres.

Cuando el arzobispo Lefebvre fue recibido en audiencia por el papa Pablo VI en 1976, le hizo la siguiente petición: «¿No sería posible autorizar una capilla en las iglesias donde se pudiera rezar como se hacía antes del Concilio? Hoy en día, todo está permitido para todos: ¿por qué no permitir algo también para nosotros? En aquella época, no se trataba de cualquier deseo extravagante. Tampoco se trata hoy de un deseo fantasioso. Se trata de la fe. Se trata de la posesión más preciada de nuestra fe. Es realmente nuestro alimento, el pan que necesitamos para sobrevivir.

Por eso vuelvo a hacer la pregunta: ¿por qué les quita el Papa el pan a los niños? ¿Por qué les deja morir de hambre, les deja perecer?

13. Justicia y gratitud

Vuelvo al 9 de enero de 2015, a la carta romana en la que se me pedía que entablara conversaciones con los representantes de la Fraternidad San Pío X. A pesar de las circunstancias desfavorables, he cumplido este mandato, y sigo en vías de cumplirlo. Concluiré, pues, con una petición a las autoridades eclesiásticas: pido justicia para la Fraternidad San Pío X. El estudio de su situación así lo exige. El estudio de su situación requiere esta petición. La Iglesia debería pedir perdón a esta Fraternidad, como ha hecho en otros casos. Se ha hecho incluso en casos de tumbas fantasma. No estamos hablando aquí de fantasmas, sino de personas vivas, almas que tienen derecho a la asistencia pastoral que la Iglesia les concedió antes del Concilio, y que sigue siendo un derecho permanente incluso después. No se trata de un privilegio ni de un indulto, sino de un derecho.

También sería oportuno que las autoridades eclesiásticas, con esta disculpa, expresaran su gratitud por el trabajo realizado por la Fraternidad, y su reconocimiento sin reservas por esta labor auténticamente católica.


Fuentes:

https://fsspx.news/fr/news/un-temoignage-mgr-huonder-1-29182


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